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03/02/2025 10:00

La lucha contra la autodestrucción en la sociedad actual

La lucha contra la autodestrucción en la sociedad actual

Este relato comienza un día cualquiera, en el mismo instante en que me doy cuenta de que estamos solos y tristes en el mundo, fijándome en la tristeza que se aprecia en los gestos, circunstancias y actos que las personas realizan prácticamente sin darse cuenta.

Lo que quiero exponer es el valor del individuo en sí, un valor que, lamentablemente, muchas veces se desprecia. Esto empuja a las personas hacia un abismo destructivo del que resulta muy difícil salir.

Un ejemplo claro de este abandono personal es el de una persona conocida, quien, de la noche a la mañana, comienza a consumir estupefacientes (drogas) prácticamente a diario. Lo observo, y la tristeza me corroe por dentro, acompañada de una impotencia desgarradora al no poder controlar lo que sucede frente a mí. ¡No es una tristeza por las posibles enfermedades o incluso la muerte que esto pueda causar! La muerte la tengo asumida, y la enfermedad es común, formando parte de la vida. Lo que me desgarra es el hecho de que esa persona necesite ese veneno en su vida, que dependa de él, siempre justificándolo con alguna excusa vacía o sin sentido.

Me apena profundamente ver que algunos de mis amigos consumen drogas, como la cocaína. Es la pena de verlos perder su identidad, su esencia. Cada vez que me encuentro en estas situaciones, siento un escalofrío que recorre mi cuerpo y una opresión en la garganta. Imagino que mi reacción se debe a la impotencia de verlos autodestruirse, y a menudo siento ganas de llorar. Pero, ¿de qué serviría? Llorar no solucionaría nada, aunque quizá aliviaría esa sensación de pérdida, no física, sino mental y emocional, de esa persona.

¿Por qué hacen esto? ¿Cómo puede alguien que tiene trabajo, pareja e hijos caer en este camino? ¿Quiénes o qué los empujan hacia ello? En ocasiones, estas personas parecen tener una vida tranquila, con problemas familiares habituales y una situación económica estable. Entonces, ¿qué nos exige la sociedad? Vivimos rodeados de artilugios y utensilios que se pueden adquirir fácilmente, pero, ¿qué buscan demostrar? Estas son personas que parecían sensatas y solidarias, y aun así se pierden en este camino.

¿Cómo se puede solucionar esto? No tengo experiencia directa en este aspecto, pero me parece fundamental reflexionar sobre las causas profundas: la falta de conexión emocional, la presión social o el vacío interior que muchas veces lleva a estas conductas. Necesitamos abrir espacios de apoyo, comprensión y ayuda, tanto profesional como comunitaria, para quienes están atrapados en esta espiral autodestructiva.

Es desgarrador pasear por la calle y pensar que cualquier persona que te cruces podría estar pasando por esto. Incluso la persona menos pensada puede estar perdiendo el camino de la sensatez. Vivimos en un mundo donde la desconexión emocional y el abandono personal están presentes, y esto no solo afecta a quienes caen en este abismo, sino también a quienes los rodean. Es un problema que requiere de toda nuestra atención y empatía.

Neftalí Castañeda